Sunday, September 24, 2006

El índice (marica) de libros prohibidos

"La literatura ‘gay’, en particular la de autores que aún están vivos, es un gran cementerio donde autores que no se parecen, excepto por sus supuestos deseos sexuales, están juntos en una parcela bien lejos de la reservada a los valores familiares".

Gore Vidal, sobre James Purdy

Amén, hermano.

La literatura gay es un gran cajón de sastre, pero sobre todo un gran cajón-desastre, en el que cabe todo. El almíbar de David Leavitt, capaz de provocarle el coma a un diabético; las oscariadas de esa loca de Hollinghurst —sí, lo aborrezco; La bilioteca en la piscina tenía cierto encanto añejo, lo que ha publicado después me parece onanismo de la peor especie ("onanismo inane", escribiría la mariquitasabidilla de turno)—; las mamarrachadas de Dennis Cooper; las flatulencias de la Baily… Toda esa pulpa de papel a la que alguien debería prender fuego se publica bajo la etiqueta de literatura gay. No. Llamemos a las cosas por su nombre. Cenizas a las cenizas y basura al estercolero.

A los autores españoles, es decir, a los gigantes y cabezudos de turno (Mendicutti y compañía), no los he nombrado porque me tempo que su sola grafía ya me provoca erisipela.