Sunday, October 22, 2006

No soy tu tesoro, no soy tu encanto, no soy tu cielo y, desde luego, no soy tu cari... Es más, ni siquiera me conoces

El único contexto en el que admito la palabra “cari”, ya sea aplicada a perros o a personas —jamás a mí—, es en los siguientes supuestos:

Supuesto nº 1: Si tu nombre es Carla Goyanes y hablas de tu madre. O bien si en casa te llaman Caritina y, con toda razón, quieres que la gente deje de emplear semejante aberración onomástica al grito de: “¿Cari, yo? Cari TU PUTA MADRE”.

Supuesto nº 2: Si te encanta el cine y estás hablando de tu actriz favorita: Cary Grant. Uy, ¿dije actriz? Bueno, Santa Fran Leibovitz hace tiempo que dio en el clavo: “Escarba detrás de un actor y encontrarás… una actriz”.

Supuesto nº 3: Si perteneces al Consejo Argentino de Relaciones Internacionales y, en una cena con desconocidos, alguien te pregunta por tu trabajo.

Supuesto nº 4: Si eres diseñador gráfico y tratas de hacerle entender a un cliente que ese color, entre mierda y gris ceniza, con el que has creado su logo es de color cari, aunque en ese caso te aconsejo que utilices la pantonera, o mejor, que JAMÁS emplees ese tono. No lo entenderán.

En caso de que alguien emplee esa palabra fuera de cualquiera de los cuatro supuestos anteriores, para mí está MUERTO SOCIALMENTE. Muerto y enterrado.

¿Entiendes, cari?

Wednesday, October 18, 2006

La gente es TONTA, pero empiezo a pensar que YO también

Oye, que sigo sin enterarme de una palabra de este libro. Empiezo a preocuparme. Oswald Spengler, ¿seré un poco mongo? Dímelo tú (en sueños, como La Jurado a Marc Anthony: "Esta es pa'la Jenny"; lo ha dicho él en rueda de prensa, chúpate esa, Teresa... Viejo).

Mi consejo de hoy: no, queridos, las bermudas NO son una prenda que admita el lamé dorado. Jamás.

Monday, October 16, 2006

Pedantería (la mía, que hay mucha mala suelta y antes de que lo digan otras me acuso YO: mea culpa)

Recomiendo vivamente La decadencia de Occidente, de Oswald Spengler. Yo llevo la mitad (unas 400 páginas) del primer tomo y no me entero de nada —no sé ya si lo que está en decadencia es Occidente o mi patética (y muy mermada) capacidad de comprensión—, pero aun desde mi analfabetismo integral, tiene toda la pinta de ser un libro fascinante*. Cuando lo termine, como penitencia, devoraré el segundo tomo (otras 800 páginas) sólo para poder hacerme unos bonitos zarcillos con Oswald.

Ay, qué cruz tenemos las pedantuelas de provincias… ¡Y sin ningún cireneo que nos ayude a llevarla!

* Me pasa lo mismo con Comme des Garçons.

Wednesday, October 11, 2006

Feos & Feas

“La calle está tomada por los feos. Cuánto feo hay en Madrid”. Pues sí. Totally agree(pina). No lo digo yo. Lo dice mi amiga, la hilarantísima & sapientísima R. O sea, es que no hay vuelta de hoja. Es la realidad: Madrid está tomada por la fealdad en todas sus manifestaciones. Tejidos acrílicos, muy malos pelos –teñidos en tonos y colores que no da la naturaleza (y bien sabe Dios que, para mi gusto, la naturaleza es demasiado generosa en el capítulo COLORES)–, unas teces que recuerdan a un trozo de madera sin desbastar, unos pésimos camareros (cómo se ha degradado el sector servicios, domine dio)… En fin, un panorama de horcas y hogueras que me pone los pelos como escarpias.

Mi amiga R. es madrileña. Le encanta Madrid. Nació en Madrid y vive en Madrid (en una casa encantadora). Es una mujer inteligente, divertida, divina y pequeña. Es encantadora. Y está harta. Harta de la fealdad. Y yo, con ella. ¿Por qué tiene que ser todo tan feo?

Ella, como yo, se ha construido un mundo al margen del mundo de espaldas a la fealdad. Pero la fealdad es como el polvo y termina colándose incluso en las superficies más pulidas o las fantasías más herméticas.

R., ni tú ni yo somos feos. Nos podemos dar con un canto en los dientes.

Y ahora, queridos, podéis insultar a quien os plazca.

Thursday, October 05, 2006

Montaigne vs braga mora

La gente tiende a creer que compartir abrevadero les convierte en iguales, en colegas, en esa cosa horrenda que los progres de poncho y ocarina llamaban compañeruuuu (con acento astur-leonés). No. La gente que comparte abrevadero comparte miseria. Y punto.

Montaigne, que es un señor estupendo al que mucha gente cita pero al que muy pocos han leído (Gore Vidal y algún otro perturbado más), decía que “existe más diferencia entre un hombre y otro hombre que entre dos animales de diferente especie”. Amén, hermano.

O sea, que por mucho que hienas, perros y chacales se parezcan, e incluso coman de la misma carroña, no son lo mismo.

Lectura obligada para hoy: cualquier pensée de Montaigne*. Y después, a rumiarlo.

Si eso no fortalece vuestro gusto, habrá que pensar en correctivos ligeramente más agresivos.

* Una persona que lee a Montaigne, difícilmente llevará una braga mora de color negro / malva / o algún otro tono remotamente Siouxie para salir a la calle.

Tuesday, October 03, 2006

Sobre gustos sí hay algo escrito. Libros de cabecera 1: Anthony Blunt

Hace más o menos un año, leí una biografía (espléndida) de Anthony Blunt, escrita por una periodista, Miranda Carter. El hecho de que una mujer escriba la vida de uno de los grandes misóginos del siglo XX me sigue sorprendiendo… y admirando, porque, a pesar de que el señor Blunt es un personaje cicatero, mezquino, doble —y hasta triple y cuádruple—, opaco, mortecino…, en fin, a pesar de todo eso, es una de las biografías más generosas que he leído nunca.

La señora Carter no juzga, tampoco adula ni maquilla, ni silencia, ni se guarda en la manga cartas que pueda usar más tarde para hacer uno de esos juegos de naipes que tan bien quedan —y tan de moda están— en algunas biografías.

No. La señora Carter abre la tapa del ataúd y allí, dentro, está el cadáver. Sin más.

Eso sí, el señor Blunt es todo lo quise ser cuando era niño: espía, frío, misterioso, invulnerable, autónomo, independiente, cerebral, inteligentísimo, brillante, marica —sí, cuando era niño no quería ser gay, lo que quería era ser mariquita, marica perdido, maricón de catálogo: amanerado, femenino, adamascado, iridiscente… una loca, vamos; eso sí que lo he conseguido (algo es algo, o sea, menos da una piedra)—, cortesano, aristócrata del gesto y del gusto (no de genealogía), elegante, decadente… Un ser cien por cien epiceno, una excrecencia del esteticismo oxoniano. En una palabra, alguien FASCINANTE.

Bueno, pues el caso es que Anthony Blunt me abrió los ojos en una cosa que sí que tiene mucho que ver con este blog, porque él escribió libros importantísimos sobre el gusto. Sobre el Buen Gusto. Y por buen gusto entiendo a Borromini y no a Bernini, a Poussin (el pintor favorito de otro Anthony al que le debo todo, Anthony Blunt) y no a Picasso (una frisson juvenil, que, gracias a Dios, superó con los años)… En fin, alguien con un gusto sencillamente INFALIBLE.

Así que la próxima vez que alguien os diga esa memez de “Sobre gustos no hay nada escrito”, respondedle: “Sí lo hay, pedazo de alcornoque, la biografía de Anthony Blunt editada por Tusquets. Y cierra el pico, zoquete”. Y seguid vuestro camino antes de que el analfabeto en cuestión os parta la cara, porque los analfabetos son así, muy de agredir a los diletantes.