Hoy no hablo de la gente. Hablo de POLLAS
No salía desde hace cinco meses. Y, la verdad, tampoco es para tanto. La noche está muy mitificada. La poesía de la noche, del viciazo, del humazo, de los cuartos oscuros… La poesía de lo maldito, de lo negro, esa poesía, tiene rima consonante. Y si hay algo que aborrezco, de lo que abomino y execro por encima de todas las cosas, es la rima consonante. La rima consonante y las rebequitas. Son lo peor. [Chico, qué mayor estoy. Qué mayor y qué viejo. ¡Y qué calvo! Tengo menos pelos que un litro de vino…]En fin, después de gastarme nueve euros en un taxi, me puse a pensar en lo que ha sido mi vida en los últimos cinco meses. Vamos, desde que no bebo. ¿Qué he ganado? Un montón de cosas: serenidad, estabilidad, un cutis ENVIDIABLE, dinero (porque hay que ver lo que se ahorra cuando no sales), cultura (porque hay que ver la de tiempo que tienes para pintarte las nails, ver películas y leer; y, claro, como te has ahorrado UNA PASTA, pues tienes para comprarte unos libros DIVINOS, y yo, que soy muy de la cofradía del puño, ya que me compro libros divinos, pues me los leo, porque YO LEO. Yo (pausa) leo. L-E-O)… ¿Y qué he perdido? Pues, la verdad, perder, perder, tampoco me he perdido gran cosa: las mismas maricas de siempre, borrachas & mamarrachas (qué pelos, qué tragedia capilar, qué hecatombe pilosa… Qué drama), el mismo chunda-chunda, las mismas risas superfalsas, las mismas barrigas. Y los mismos pollones.
Cómo es la gente, qué exagerada… Yo, para las pollas, soy muy mío. También para las barrigas, pero hoy no hablo de barrigas; hoy hablo de pollas. No estoy de acuerdo con eso de que el tamaño no importa. El tamaño SÍ importa –mujer, lectora, amiga, no te dejes engañar: cuando un hombre intente convencerte de lo contrario, huye de él como de la peste; sobre todo, porque el tamaño de la polla es inversamente proporcional al tamaño del ego; si supuran egotrip, no te quepa la menor duda: micropene–, pero de ahí al priapismo… En fin, que la gigantomaquia, como que no (y eso que, a mí, a uranista no me gana nadie). A mí, el humazo ya no me compensa. Ni por un pollón. Especialmente por un pollón. Estoy en ese momento, tan middle age Bette Davis, en que prefiero una buena conversación a una copa de champán, y una copa de champán a un polvo (una buena copa de champán bueno, I mean). Pero, vamos, sin exagerar. No quiero ponerme estupenda. Tampoco soy Yocasta.
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